La desinformación logra el cuarto poder

La elección de Donald Trump como presidente de los EE.UU. ha provocado más heridas de las que se esperaba en un primer momento. La culpa de su victoria reside, según sostienen algunos medios, en Facebook, los algoritmos de la red social se han encargado de difundir noticias falsas que podrían haber beneficiado a la candidatura del republicano y han abierto un debate sobre el poder de las redes sociales a la hora de propagar las noticias. Ante estas acusaciones, Mark Zuckerberg argumenta que Facebook es un canal de distribución no de edición, sin embargo, es imposible negar que las redes sociales se han convertido en las grandes dueñas de la información de nuestro tiempo.
“El Papa Francisco pide el voto para Trump” o “Hillary Clinton admite en un correo electrónico que es la fundadora del ISIS” son sólo algunos de los titulares que circularon por internet durante la campaña electoral americana, la mayoría de esas noticias eran falsas pero la facilidad con la que se divulgaron hizo que la gente cayera en la mentira. Según publicaba El País, solo un 32% de los americanos confía en los medios convencionales para obtener información, todos los demás recurren a Facebook para ver lo que sucede en el mundo.
Hay que destacar que todas las fuentes de información que vemos en la redes sociales las escogemos nosotros, los algoritmos programados son los que seleccionan las noticias afines a nuestra ideología para satisfacer nuestras opiniones; un fenómeno denominado cámara de eco.
Todos estos condicionantes han sido los que han propagado el peor virus de la actualidad: la desinformación. Las noticias falsas se han extendido a una velocidad alarmante, sus titulares han conseguido engañar a los estadounidenses el 75% de las veces y muchos usuarios no son capaces de distinguir que datos son reales.
Google y Facebook contra las noticias falsas
La acusación contra la red social de Mark Zuckerberg de ensalzar la victoria de Donald Trump no ha caído en saco roto y el multimillonario ha declarado que “El 99% de lo que ven los usuarios es verdadero. Sólo una pequeña cantidad son noticias falsas”, sin embargo, su equipo trabajará para mejorar el sistema de edición de Facebook y disminuir el número de bulos que aparezcan. Google es otra de las grandes empresas que trabajará contra las mentiras en internet e impedirá la publicidad de sitios que extiendan las noticias falsas.
La mayoría de bulos que existen en internet se producen por la facilidad que brindan las redes sociales para compartir y propagar la información, aunque estas no son medios de comunicación convencionales, la falta de educación tecnológica de sus usuarios puede ser algo muy peligroso a la hora de acudir a ellas para obtener información.
Enrique Dans, profesor de innovación en el IE School, defendía en una entrevista para el diario ABC que “Facebook ha dejado de ser una red social para convertirse en el mayor medio de comunicación del mundo”, unas declaraciones que reflejan una realidad sobrecogedora y cierta.
Crisis de fe en el periodismo
Todos estos agentes contaminantes de la información vienen motivados por un desencanto de la población con los medios de comunicación, la lucha contra el sistema ha hecho que la gente acuda a informarse a sitios en los que personas ajenas al periodismo deciden que publicar. Esto ha supuesto que la prensa deje de ser considerada el cuarto poder, los medios convencionales han perdido ese rol de mediador tan importante en el pasado y, en ocasiones, se han visto contagiados por las noticias falsas. Steve Coll, decano de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, es uno de los periodistas que, en declaraciones para el periódico El País, reconoce la pérdida de confianza que experimenta la prensa en la actualidad “No sé cuándo fue muy alta, pero ahora es claramente muy baja”.
A pesar de esta decepción experimentada por la población, el periodismo tiene la gran oportunidad de resurgir de sus cenizas. En un mundo donde toda la información de la que se dispone da lugar a la desinformación, los periodistas deben apelar a su función analítica para que la gente vuelva a encomendarse a ellos a la hora de obtener lo que mejor saben hacer: contar la verdad.