Entrevistando al mar

 Foto: Álvaro Barbero
Atardecer frente al mar. Foto: Álvaro Barbero

Hace ya mucho tiempo, mientras veraneaba en aquella isla, conocí a una mujer tan fascinante y genuina que todavía hace que me pregunte si es posible su existencia.

La primera vez que la vi me encontraba tomando algo con un gran amigo cuando de repente, le escuché decir: “el futuro es solo una construcción que hacemos en el presente”. Mi indiscreción periodística me hizo preguntarle el porqué de esa frase y tras su respuesta, como dos almas que se reconocen, conversamos durante toda la noche.

Con la excusa de que una mujer tan sabia merecía ser conocida, aunque en realidad mi propósito era volver a verla al día siguiente, me ofrecí a entrevistarla; nunca supe si fue la curiosidad o algún otro sentimiento lo que le hicieron aceptar mi invitación.

Aquella cita me permitió contemplar algunos rasgos de su físico que habían pasado inadvertidos la noche anterior, tenía unos ojos almendrados que irradiaban experiencia, y una sonrisa pícara e inocente al mismo tiempo; su único defecto era una nariz demasiado generosa pero sabía lucirla con tanto encanto que era capaz de convertirla en su mayor virtud.

Como una gran narradora comenzó a contarme su historia; viajó por todo el mundo, empezó a trabajar desde muy pequeña y experimentó algunos amores contrariados. Tan absorbente era su vida que me olvidé completamente de las preguntas que tenía preparadas, tan solo se me ocurrió esta:

-¿Por qué una mujer tan inquieta como tú ha elegido un sitio en el que se encuentra encarcelada por el océano?

Con una sonrisa me contestó:

-Porque todas las vivencias, amores y decepciones existenciales solo son curadas por el único elemento que puede beberse las lágrimas de pesar.

Tras esa magnifica frase entendí que cualquier hombre inteligente estaba obligado a enamorarse de aquella mujer, sin embargo, mis inseguridades me impidieron decirle que ya me había conquistado.

El fin del verano nos obligó a seguir con nuestras vidas alejadas el uno del otro y el tiempo hizo que perdiésemos el contacto.

Cuando pude regresar a la isla me dijeron que se había marchado; nadie sabía dónde exactamente y nunca más supe de ella.

Cada año vuelvo con la esperanza de volver a verla pero en lo más profundo de mi corazón sé que es imposible, la mujer era como el mar: independiente y poderosa pero sobre todo mágica.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: El contenido está protegido
A %d blogueros les gusta esto: