Lo sabía
Sabía que era ella. Lo sabía porque cada vez que sus ojos pestañeaban al otro lado del continente había un tornado; porque cada vez que mojaba sus labios provocaba un tsunami que arroyaba y desbordaba corazones. Lo supe porque cada vez que sus Converse pisaban suelo, un terremoto removía mi cuerpo. Y claro que ella lo sabía. Sabía que en cada curva de su sonrisa hacían rally todas nuestras miradas, que me contagiaba cada carcajada quedándome embobado y cayéndoseme la baba.