Aprender a vivir mejor es una elección, no cosa del destino
Estamos tan inmersos en nuestra rutina del día a día, viviendo deprisa, que ni siquiera nos paramos a pensar en las consecuencias que tiene en nuestro organismo. A veces incluso perdemos el horizonte hacia el cual nos dirigimos, y simplemente nos dejamos llevar por esa rutina aplastante que no nos permite reflexionar, aclarar nuestra mente, o disfrutar del todo del momento presente. Ni qué decir en cuanto a la influencia que tienen sobre nosotros las redes sociales, las cuales incitan al entretenimiento excesivo, no dejando ni un momento para el verdadero goce personal.
Lo amargo de todo esto es que las consecuencias pueden traducirse en problemas de salud; como depresión, malestar o ansiedad, siendo esta última la más común de todas y en la cual incidiremos a continuación.
La ansiedad normal, conocida también como distrés, la hemos experimentado todos alguna vez en la vida. Se trata de una reacción en nuestro cuerpo que sentimos al hacer frente a nuestras responsabilidades y, que en cierta medida, está bien. El problema aparece cuando se convierte en una compañera del día a día; acaba siendo inagotable y resta mucha energía, impidiéndonos hacer bien nuestro trabajo, o llevándonos a hacerlo deprisa, omitiendo así el disfrute de cada actividad.
El periodista canadiense Carl Honoré, gurú de la filosofía Slow, propone en su libro »Elogio de la lentitud’’ sobre el movimiento lento, publicado en 2004, tratar »el virus de la prisa» y darle mayor importancia a hacer las cosas lo mejor posible. Se contrapone así a la cultura fast, la cual promulga hacer las cosas a mayor velocidad, pasando por alto la reflexión, todo lo moral y los pequeños detalles en general.
No obstante, el movimiento Slow invita a hacer las actividades cotidianas con el ritmo adecuado en cada momento, enlazando el tópico literario Carpe Diem en el que se anima a aprovechar el momento presente sin esperar el futuro.
Honoré ha tenido gran repercusión desde la publicación de su libro, el cual se ha convertido en un fenómeno global, influenciando a sectores tan dispares como la moda, la educación o la tecnología. Cabe destacar que el movimiento Slow ,conocido por Carl Honoré como una filosofía de vida, fue posterior al movimiento ‘Slow Food’. Este movimiento fue fundado en 1980 por el sociólogo italiano Carlo Petrini, junto a un grupo de activistas que defendían la buena alimentación, el placer gastronómico y las tradiciones culinarias regionales. Llegaron incluso a realizar una manifestación en el 86, justo donde iba a inaugurarse un ‘McDonald’s’ ubicado en Plaza de España, Roma. Así pues, no sería disparatado pensar que Petrini tuviera una influencia sobre Honoré.
Por otro lado, el psicólogo Rafael Santandreu va más allá en uno de los apartados de su libro “Las gafas de la felicidad”. En este explica de una manera amena, y a través de casos concretos, como tratar la ansiedad; ya que entiende que el ritmo diario, a veces no te permite hacer las tareas cotidianas de una manera ralentizada. Consciente de las pequeñas frustraciones que nos pueden surgir en el día a día, anima a reflexionar con uno mismo, a buscar pequeños momentos para desconectar y dejarte llevar por todo lo bello que existe a nuestro alrededor, y buscar en cada momento de pánico o estrés lo mejor que pueda haber. Porque la fortaleza está en la mente, y de toda situación, créanme, se puede sacar algo bueno.
Estos días comentando con amigos y compañeros este famoso fenómeno, me secundó una de ellos; afirmando que durante la temporada que pasó en Madrid rodeada del tráfico, las prisas, o la rutina; llegó un momento en el que sentía tantas ansias de escapar, que todos los días andaba cerca de una hora y media hasta la Torre Picasso. Una vez allí, se detenía enfrente, centrando la mirada hasta lo más alto de ésta, acompañada de sus auriculares y desconectando así de todos los elementos estresantes a su alrededor.
Y es que la importancia de parar, desconectar, reflexionar o dejarte llevar por lo más hermoso en tu entorno es increíblemente gratificante.
Yo, por mi parte, puedo asegurar que este semana he conseguido aplicar en mi día a día todo lo explicado anteriormente. Me paré, reflexioné y saqué lo mejor de cada situación. Sin prisas, simplemente disfrutando y obteniendo lo mejor de cada actividad que realizaba. Sin más, esta mañana la pasé en la sala de control de una televisión local en la que estoy realizando unas prácticas, al terminar me dejaron a media hora de mi casa y aunque cansada, con ganas de almorzar y con un millón de cosas que hacer el resto del día, me paré y me dije: “Voy a disfrutar del paseo”. Tenía que ir desde el centro Neptuno y en el recorrido pasaba por el Parque Federico García Lorca, lentamente paseando me dejé llevar por su belleza, por el sol y la música que me acompañaba, un género musical hasta hace relativamente poco desconocido para mí, y que se ha convertido en mi banda sonora del día a día, Lo-fi, y que en Spotify podéis encontrar en la lista Lo-fi hip hop beats music/chilledcow. Os lo recomiendo al cien por cien, sobre todo a aquellos que buscáis un poquito de paz, o un momento con vosotros mismos.