El arte de viajar en el tiempo

‘La Esperada’. Foto: Wikimedia Commons

A lo largo de los tiempos, el ser humano se ha valido del arte para expresar sus ideas, emociones o simplemente tratar de imaginar otros mundos que escapan de la realidad. Dentro de ese afán, el autor de una obra de arte suele valerse de su disciplina y talento para explicar cúal es su punto de vista ante la vida, sin embargo, dichas creaciones tienen el poder de fomentar múltiples interpretaciones en los ojos que las contemplan.

Eso es lo que le ha ocurrido a una pintura conocida como ‘La Esperada’, cuyo autor fue el pintor austríaco Ferdinand Georg Waldmüller; en ella, podemos contemplar como una mujer va caminando sin preocupación alguna por el campo mientras sostiene un objeto en sus manos. El objeto en cuestión, parece ser lo que hoy conocemos como un teléfono móvil. Al estar inmersos en una gran revolución tecnológica, la gente le ha concedido a la chica que aparece en el cuadro el don de ser una viajera del tiempo, una mujer aventajada que en 1860, año en el que se realizó la obra, ya se tomaba el lujo de enviar mensajes y chatear con sus amigos.

Algo muy similar a esto fue lo que ocurrió con el mural ‘Míster Pynchon y el asentamiento de Springfield’, realizado por el pintor italiano Umberto Romano. Ambientado en la colonización de Springfield en 1635, en él se puede observar como un hombre sentado en una canoa parece estar sacándose una foto con la cámara frontal de su teléfono móvil.

A pesar de lo fascinante que puede llegar a resultar la posibilidad de que realmente existan viajeros del tiempo, algunos especialistas de arte han desmentido que los objetos en cuestión se traten de los teléfonos móviles de nuestra era. En el caso de la mujer, lo que sostiene en sus manos es un misal, — un pequeño libro litúrgico—, mientras que en el caso del hombre de la canoa, parece que está contemplando su imagen reflejada en un espejo, ya que dicho instrumento era un bien muy preciado entre los nativos americanos de la época colonial. Sin embargo, lo que ha llamado la atención a los expertos no es la facultad de poder ir hacia el futuro, sino ver como un cambio en la tecnología ha supuesto una variación en la percepción de las obras de arte.

Probablemente, los entendidos en arte estén en lo cierto y todo esto no sea más que la fantasía de un iluso romántico; tal vez parecen olvidarse de otros locos como Shakespeare o George Orwell. En el caso de Shakespeare, el dramaturgo tuvo la valentía de retratar cómo eran las emociones del ser humano, a través del papel, éste experimentaba con los cuerpos y mentes de sus personajes como si fuese un científico en su laboratorio. Los celos de Otelo, el amor desmesurado de Romeo y Julieta o las ansías de venganza de Hamlet son solo un ejemplo de cómo un hombre con varios siglos de desventaja, pudo reflejar de forma impecable el sentir y vivir de los seres en 2017.

Por otro lado, George Orwell en su libro 1984 —escrito en 1949—, se atrevió a evidenciar como el desarrollo de la tecnología tendría un control físico y mental sobre nosotros. En la actualidad, ya existen algunas enfermedades causadas por la tecnología y no resulta necesario averiguar el poder que lograrán ejercer en las personas.

Quizás, estos dos escritores, cuyo único logro ha sido vencer a la muerte, nunca hayan podido visitar otras épocas, sin embargo, merecen que se les otorgue el beneficio de la duda gracias a las dotes adivinatorias que consiguieron desarrollar. Aunque si se mira bien, es posible que los expertos en arte estén en lo cierto y no existan los viajes al futuro, tan solo somos nosotros los que viajamos hacía el pasado.

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