Drive My Car: saber admitir la autoaceptación y el arrepentimiento
La película japonesa, Drive My Car, es una de las más comentadas por parte del Círculo de Críticos de Estados Unidos. No sorprende, ya que es una de las películas más aclamadas y favoritas entre las nominadas a Mejor Película en los Premios Oscar de este año.
Esta película trata sobre la historia de Yusuke, un actor de teatro que recibe una invitación para dirigir una obra. La película sigue de cerca su vida y, gradualmente, revela situaciones que incluyen su relación con su esposa. En general, la película se centra en la empatía y en las relaciones humanas. Profundiza en el enigma que implica conocer a las personas, no solo a las nuevas, sino también a aquellas que han estado en nuestra vida durante mucho tiempo.
La forma en que «Drive My Car» aborda este concepto es virtuosa. Gran parte de ello se debe al guion, el cual está correctamente escrito y logra perfeccionar el desarrollo de cada uno de sus personajes, revelando sus secretos, errores y fortalezas de manera efectiva.
El trasfondo de la película reside en esta temática, explorando además el conflicto interno que surge en una persona al conocer a quienes le rodean. Cada individuo percibe a los demás de acuerdo a su propia perspectiva, es decir, como desean verlos. Luego depende de cada uno ser capaz de aceptar la verdad o lo que ha llegado a descubrir.
Eso es precisamente lo que le ocurre al personaje principal, especialmente en relación a su esposa. Se encuentra en la encrucijada de considerar quién es ella realmente o simplemente evadir la otra cara de la moneda. Todo este planteamiento se expresa de manera metafórica a lo largo de las tres horas de duración de la película.
Las personas experimentan situaciones en las que eligen retener únicamente lo que les conviene de los demás a diario. Al conocer a alguien, es inevitable sentir curiosidad por su pasado y sus aspiraciones futuras. Los personajes de la película son como una cebolla, con múltiples capas que se van revelando a lo largo de la trama.
Un punto destacado es, sin duda, la calidad de los personajes y cómo están desarrollados en el guion. La película también transmite el mensaje de cómo las personas entran y salen de nuestras vidas, asumiendo roles que nosotros mismos les otorgamos. Los amigos del instituto no tienen el mismo impacto que los del trabajo, por ejemplo. La cinta se aventura con éxito en esta metáfora.
La base fundamental de la película es el diálogo, a través del cual cada personaje se revela a partir de sus experiencias y vivencias, así como de lo que omiten contar. Al igual que en la vida real, muchos de los personajes se conocen a través de la observación. La obra de teatro que se presenta en la película evoluciona y añade una alegoría adicional, la interpretación. No siempre somos la misma persona en todas las facetas de nuestra vida, ya sea en relación con la familia, amigos, amigas, etc.
La película también se desafía a sí misma a través de la obra de teatro. Se establece la premisa de que nunca se logra conocer a alguien en su totalidad.
La dirección de Ryûsuke Hamaguchi es exquisita en esta película. A pesar de su duración, el interés se mantiene gracias al manejo del director en el diálogo y las actuaciones. De hecho, la película comienza con un prólogo de cuarenta minutos que sutilmente presenta el tema central que abarcará. Aunque la película tiene varias capas, no llega a ser compleja, aunque requiere ir completando el puzzle poco a poco.
Es una cinta que, sin duda, deja un mensaje abierto a la interpretación de cada espectador. Al igual que otra de las nominadas, El Poder del Perro, también invita a ser vista más de una vez. En general, se deleita en sí misma y ofrece un valioso aprendizaje, fundamentalmente necesario, sobre las relaciones sociales.