Indiana Jones y el Dial del Destino, saga convertida en tesoro cinematográfico
Si de algo me arrepiento, es de que Indiana Jones no haya sido una parte de mi infancia. Mi padre solía avisarme cada vez que echaban en la televisión una de las tres primeras entregas, pero en su momento apenas les prestaba atención. Cuando decidí abordar el cine como una forma de arte y me sumergí en la saga, en ese instante, me di cuenta de que había desperdiciado un tiempo valioso sin estas aventuras en mi vida.
Así que, para encarar este epílogo de la saga, que mejor manera que asistir al estreno en compañía de mi padre y deleitarnos con la última hazaña de nuestro querido Indy, luciendo su icónico látigo y sombrero.
La quinta entrega de las andanzas del arqueólogo era, sin lugar a dudas, una de mis películas más ansiadas de este año. Desde el primer momento, la película te transporta al pasado, evocando esas emocionantes aventuras protagonizadas por un joven Indiana Jones en lucha contra los nazis en el año 1941. Narrativamente, la estructura está cuidadosamente tejida, y la aventura despierta un interés profundo gracias a su innegable esencia clásica.
Uno de los mayores inconvenientes de esta entrega radica en el intento de rejuvenecer el rostro de Harrison Ford, y esto se convierte en un verdadero problema, ya que me impidió sentir que estaba presenciando al auténtico Indiana Jones. En lugar de ello, da la sensación de estar observando a un personaje de un videojuego recién lanzado para la PlayStation 5. Resulta sumamente complicado involucrarme plenamente en la película cada vez que se enfoca en el rostro del protagonista.
Steven Spielberg, el director de las cuatro entregas anteriores, no puede ser señalado como responsable de los resultados de esta quinta entrega, ya que la dirección está a cargo de James Mangold. La elección de Mangold es acertada en términos de los objetivos planteados. Es un cineasta que se ha destacado por su labor en proyectos a encargo de los estudios, cumpliendo con tareas específicas.
Con el tiempo, se ha consolidado como un director encargado. Sin embargo, esto no disminuye el mérito de su filmografía, ya que ha conseguido dar vida a películas de notable interés, como Logan o Le Mans ’66.
Mangold se revela como un director artesanal que cumple a la perfección con lo que se ha propuesto: crear una película que sirva como un ejercicio nostálgico, en el cual se entrelacen acciones que hemos presenciado en las entregas anteriores. Ya sea imitándolas astutamente o buscando el toque cómico.
La película alcanza su objetivo con éxito. La crítica estadounidense ha sido despiadada y exagerada. Sin embargo, funciona y su desenlace resulta inesperado. No hay nada en ella que pueda considerarse ridículo o anticuado. A pesar del pequeño tropiezo inicial con el rejuvenecimiento, te encuentras inmerso en la historia de principio a fin.
El conjunto de la película, saturado de efectos digitales, intenta emular un estilo analógico. Sin duda, se ha dedicado un gran esfuerzo en hacer que se asemeje a las películas de las décadas de los 70 y 80, y funciona.
La novedad reside en que Indiana ya no ostenta el absoluto protagonismo. Una parte de la acción cinematográfica se ve acompañada por el personaje encarnado por Phoebe Waller-Bridge. Ambos comparten el centro de atención equitativamente, y esto resulta sumamente beneficioso, ya que ella no decepciona en lo más mínimo.
Y qué hay de Harrison Ford? Él también cumple con creces y, además, logra emocionar, especialmente en el clímax final de la película. Sin embargo, es Phoebe quien sostiene el ritmo, el humor y la aventura. Existe una pizca de genialidad en esa elección de reparto que indudablemente beneficia a la cinta.
Un acierto adicional es la elección de Mads Mikkelsen como villano. Lo hace bien con su interpretación. En cuanto a la trama, posee un potencial considerable, aunque no se aprecia plenamente hasta el último tramo de la película.
La primera parte sigue la narrativa característica de Indiana Jones, donde la búsqueda de un objeto desempeña un papel fundamental. Este objeto en cuestión tiene un toque de fantasía que, a medida que avanza la trama, se torna interesante, añadiendo tanto una sensación de aventura como un toque de drama a las vidas de los personajes.
¿Es Indiana Jones y el Dial del Destino una gran película? Mi aprecio por el personaje me hace dudar en mi juicio. La cinta no es más que otro episodio de la saga, diseñado como un acto de nostalgia para los seguidores. Sin embargo, no logra conmover profundamente, ya que no se presenta como un adiós definitivo al personaje.
Indiana Jones y el Dial del Destino intenta, a través de una trama de aventuras de corte clásico, alinearse con los estándares de las grandes películas de acción modernas. Sin embargo, se distancia considerablemente de las frenéticas persecuciones típicas de las películas de superhéroes de Marvel y DC. Será curioso ver cómo reaccionan las generaciones más jóvenes, que lamentablemente han crecido mayormente con ese tipo de producciones.
No esperen hallar en esta película secuencias de acción que desafíen las leyes de la física. Aquí, la aventura toma el protagonismo por encima de la acción desenfrenada. Puede que, dada la edad en la que se encuentra Indiana, estas hazañas aventureras resulten algo inverosímiles, lo que plantea la pregunta de si esta película realmente debió llevarse a cabo.
Los responsables de esta película han demostrado un compromiso total con su obra. Su tramo final resulta verdaderamente fascinante y su desenlace atrapa por completo. Si bien no alcanza la categoría de obra maestra, es en esa última hora donde surgen momentos para el recuerdo. Este tramo, por sí solo, justifica la visita al cine para verla.
La quinta entrega no se halla a años luz de la trilogía original. Es más bien un reencuentro con uno de los personajes más icónicos, si no el mejor, de la historia del cine, a quien disfruto profundamente. Esta nueva aventura aspira a mantener una dignidad en consonancia con lo que ya se ha experimentado anteriormente.