Monster, la supuesta verdad a través de las miradas
El cine asiático, en su búsqueda incansable de las emociones humanas en su forma más auténtica, se erige como un tesoro invaluable. En un mundo donde las palabras y las miradas superan con creces a los discursos, es el cine asiático quien destaca por su maestría en explorar las profundidades del corazón y la mente.
En el vasto territorio del cine oriental, nuestro destino nos lleva a Japón, donde se alza uno de los directores más influyentes de la nación, Hirokazu Koreeda. Su destreza en capturar los matices de la vida cotidiana y plasmarlos con una profundidad sin igual nos ofrece un relato conmovedor de la compleja condición humana. Este es uno de los motivos por los que el cine asiático, con su enfoque en el drama humano, me atrapa por completo.
¿Por qué Koreeda? La razón es sencilla: necesito hacer una crítica de su nueva película, Monster. La vi justo un día después de la cinta de Woody Allen, y tras salir de la sala de cine, esa amarga sensación que me dejó la película del director norteamericano desapareció por completo.
En primer lugar, hablaré de su historia. Se trata de un relato centrado en la amistad, en este caso, dos preadolescentes. La forma en que aborda esta historia y su habilidad para darle forma son aspectos verdaderamente interesantes.
Al comienzo, no tenía la menor idea de hacia dónde se dirigía el director con la película, pero a medida que avanzaba, me atrapó por completo. En esta ocasión, su enfoque consistió en desestructurar la historia, presentando tres perspectivas diferentes. Esto llevó a que viviera la película tres veces, cada una desde la interpretación única que ofrecía cada personaje de los acontecimientos. De hecho, me trajo a la memoria El Último Duelo de Ridley Scott.
Lo que ocurre aquí es que esta narración en múltiples perspectivas, especialmente en el tercer acto, presenta astutas trampas narrativas que pueden llegar a convertirse en el juego del Buscaminas. En otras palabras, a pesar de no querer que el director haga eso, terminas destapando casillas del tablero y haciendo estallar algunas de las minas en los momentos finales de la película.
Dependiendo de tus preferencias personales, este enfoque puede resultarte más o menos atractivo. En mi caso, a pesar de notar esta particularidad, disfruté de la película de igual manera. La película se inicia con un drama escolar en el que un profesor maltrata a un alumno, y luego se presenta el punto de vista del profesor. Hasta ese punto, todo bien.
Lo que sucede con el tercer punto, de ahí la analogía con las minas, es que no sigue una coherencia narrativa. Aborda perspectivas de más de dos personajes, lo que lleva al espectador a adoptar un papel más neutral. ¿El resultado? Esa tercera parte tenía el potencial de ser la mejor de la película, ya que esta va ganando en profundidad a medida que avanza y vas conectando los puntos.
El director demuestra su habilidad para abordar temas delicados y trágicos con un profundo peso dramático. Sin embargo, en esa última parte mencionada, mezcla momentos a los que no logré encontrar sentido. A pesar de ello, la película logra convencer. Finalmente, considero que es una película notable en su enfoque sobre el monstruo que reside en el interior de las personas, ya sean hombres, mujeres o niños.