El poder de la crítica
Actualmente, todo el mundo es crítico. No digo esto de forma jocosa o despectiva. Me refiero a que ahora cualquiera, con acceso a internet, puede manifestar su opinión sobre cualquier tema a través de las redes sociales o plataformas como YouTube. Quizás su comentario no sea especializado, pero puede expresar que ha sentido en un concepto general.
Si me preguntan a mí, diría que la crítica cumple una función informativa e, hasta cierto punto, instructiva. Separamos el grano de la paja, por así decirlo. Cuando una obra posee carencias, lo señalamos y del mismo modo hacemos con aquello que pretendemos ensalzar. Pero, ¿es útil la crítica? O más bien, ¿cumple de forma efectiva su cometido? En este artículo, nos centraremos en dos medios: cine y videojuegos.
Echemos la vista atrás. Tenemos asumido que La Naranja Mecánica (1971) o Blade Runner (1982) son obras maestras que cambiaron bases del medio y de géneros. Sin embargo, cuando llegaron a los cines fueron enormemente vapuleadas. Blade Runner fue un fracaso en taquilla y La Naranja Mecánica se retiró de muchas salas. Esto no es más que una muestra de cómo los críticos pueden equivocarse a la hora de ejercer juicios.
A veces cuando criticamos algo de forma negativa se nos suele tildar de haters. No negaré que es mucho más fácil hacer una crítica de algo que no te haya gustado. Te vienen a la mente mil y un argumentos de porque no funciona. Algo muy importante que hay que aclarar: es necesario diferenciar cuando algo no te ha gustado de cuando es malo. Si te ha gustado tienes que hacerle justicia y mostrar porque vale la pena. Os aseguro que no disfruto hablando mal sobre algo. El ejemplo más reciente que podría dar sería la última temporada de Juego de Tronos (2011-2019), la cual ha estado tan plagada de errores de guion que ha conseguido que decida no recomendar jamás a nadie la que ha sido una de mis series favoritas durante muchos años.
Antes mencionaba que cualquiera puede hacer una crítica. Esto es cierto, pero habrá diferencias en la profundidad y profesionalidad. ¿Cómo alguien qué no sepa sobre guion puede apreciar las virtudes o fallos de uno? ¿Cómo podría valorar una buena fotografía o una dirección si no tiene conocimientos sobre la materia? He escrito algunas críticas, pero nunca he mencionado, por ejemplo, gran cosa sobre bandas sonoras más allá de que sus temas me hayan gustado o parecido pegadizos, porque no sé de música a un nivel especializado.
Nunca trato de educar a nadie o de imponer mi opinión como la única y absoluta. No quiero parecer pretencioso. Existe una cierta tendencia en el ámbito crítico a menospreciar ese cine que puede clasificarse como más comercial. Aquellas obras independientes, cuyo significado hay que rascar, son inmediatamente elevadas, aunque no lo merezcan. Autores como Christopher Nolan son, en ocasiones, criticados por venderse demasiado a las masas. Nolan podrá explicar más de la cuenta, pero sabe contar una historia y hacerla atractiva para el gran público. Eso demuestra que sabe lo que hace ya que, de otra forma, su cine caería en la categoría de nicho.
Somos seguidores del medio que comentamos, de no ser así, no haríamos esto. Aquí es cuando tengo que hablar del videojuego.
Juego desde que tengo memoria. No recuerdo mi vida sin un mando en las manos. Hace 30 años el videojuego era visto como poco más que un juguete caro. El debate de si es o no un arte sale cada vez que parece que la discusión ha llegado a su fin. ¿Me gustaría qué fuera reconocido? Pues claro, ¿quién no quiere qué una de sus aficiones favoritas sea elevada hasta las altas cúpulas del arte?
Quien vea esto desde fuera, seguramente le parezca una bobada sin sentido. Entiendo que quien no haya crecido en el medio se muestre reacio a entrar. Incluso dentro de la propia comunidad hay quienes muestran rechazo a que nuevos integrantes se unan, todo a causa de una especie de esnobismo. Puede parecer exagerado, pero imaginad que tenéis que aprender a manejar un mando desde cero o a leer un diseño de niveles. Para gente que se introduce por primera vez a este mundillo, es una auténtica epopeya.
La prensa del videojuego no está vista con muy buenos ojos. Se les tilda de vendedores de humo. De hecho, su ámbito crítico es considerada como una guía de compras. Hay muchos mitos extendidos, como los famosos maletines con los que, supuestamente, las compañías pagan a los periodistas para que les den altas notas a sus productos. No hace falta montar un equipo de investigación para darse cuenta de que esto no es así. Con observar un poco, cualquiera se daría cuenta de que un periodista de videojuegos no vive precisamente a todo tren. A pesar de ello, hay métodos más sutiles para manipular a la prensa. Existen varias historias conocidas de compañías que se niegan a enviar copias de prensa de sus juegos a aquellos medios que les hayan dedicado malas palabras en el pasado. Esto limita muchísimo y coacciona. Sin copia de prensa no se podrá tener un análisis a tiempo y, obviamente, eso es dinero y trabajo perdido para el medio.
Las notas juegan un papel fundamental. Personalmente, hace mucho que deje de dar notas. Reducir todo a números me parece cuanto menos contraproducente. ¿Cómo mido en un número las emociones que haya podido sentir? ¿Debo reducirlo todo únicamente a lo técnico?
Toca hablar de la objetividad. Siempre he defendido que, aunque una obra pueda tener sus fallos, si logra llegarte de algún modo, te conquistará para siempre. Yo puedo ser muy crítico en un aspecto técnico y objetivo. No puedo evitar emocionarme. The Witcher 3: Wild Hunt (2015) es uno de mis videojuegos favoritos. Y no, no ignoro sus fallos. Los he comentado alguna que otra vez y sé que están ahí. No es algo que me estropeé la experiencia. Por supuesto, con otras obras puede que sus fallos me pesen más. Pero tiene ese algo, y eso es lo que me esfuerzo principalmente en transmitir y hacer llegar.
La crítica puede equivocarse a veces. Yo mismo no estoy a salvo de cometer errores. Hay veces en las que creo haberlo hecho. Hay análisis o artículos de opinión que me gustaría repetir quizás porque el paso del tiempo me ha hecho cobrar una nueva visión o no estaba en mi mejor momento a la hora de redactarlo. No estamos exentos de responsabilidades. Nuestras palabras tienen peso, para bien o para mal.
Siempre que escribo, trato de no sonar pedante. Quiero aportar algo con mi texto y hacer que tenga sentido. Aunque la persona que lo lea no acabe estando de acuerdo, me gusta pensar que quizás le he dado una nueva perspectiva.