La desigualdad sexista que compramos cada año
La Navidad puede considerarse una de las fechas más mágicas e idealizadas del año. No sabemos cómo, pero todos nos dejamos invadir por ese espíritu navideño, el cual nos vuelve mucho más bondadosos, generosos y empáticos con los demás.
De acuerdo, quizá esta sea una versión un poco anticuada de lo que hoy en día significa Navidad, pero en sus orígenes, es cierto que estos días se pasaban en familia, se comían las doce uvas y los más pequeños se iban a la cama temprano para abrir los regalos de los Reyes Magos a las seis de la mañana y así pasar el día jugando con ellos.
La verdad es que nunca se vive esta fecha con más ilusión que en la niñez. Te pasas dos meses mirando anuncios en catálogos de juguetes o sentado frente al televisor soñando que nuestros queridos Reyes de Oriente traerían todo lo que queríamos porque llevábamos dos semanas haciendo un tremendo esfuerzo para portarnos bien.
Y así es, un bombardeo literal de anuncios de todo tipo de productos para vender en la campaña de Navidad. Quizá nosotros ya estemos más anestesiados frente a esta continua ofensiva, pero, ¿qué es de los más pequeños?, ¿somos conscientes del tipo de publicidad que consumen?
Durante largo tiempo, se ha estado luchando para que se estableciera una ley televisiva que verdaderamente nos protegiera de los agentes publicitarios que creaban cualquier tipo de anuncio con el objetivo de vender. Pero esto no se queda aquí, a principios del siglo XXI, la mayoría de los creativos publicitarios que encabezaban las agencias de publicidad eran hombres y, a la hora de realizar su trabajo de comunicación, no tenían en cuenta que no solo representaban a hombres y niños, sino también a mujeres y niñas las cuales numerosas veces no nos hemos sentido identificadas en absoluto con este tipo de mensajes audiovisuales que supuestamente nos representan.
Si es cierto que, a lo largo de los años, todo lo referente a la imagen de la mujer en publicidad se ha ido regulando muy poco a poco. Las leyes han ido avanzando en esta materia respecto a la legalidad de la publicidad engañosa, con objeto de proteger a los consumidores y a las personas de toda esta actividad y así defender los derechos derivados del mal uso de la publicidad.
El contenido debe respetar la igualdad, discapacidad, raza, creencias religiosas, medio ambiente y ciertos valores en la publicidad. Todo lo referente a la teoría lo tenemos bastante claro, e incluso me atrevo a decir que, en ciertos casos asumidos por la lógica, ya que poco a poco se está educando en algunos aspectos referidos al contenido audiovisual. Pero, ¿qué ocurre con los más pequeños?
Aunque nos hacemos creer que cada vez crecemos más en absoluta igualdad, está a la vista de todos que esto no es exactamente así y mucho menos en el ámbito de la publicidad.
Cuando somos más mayores y tenemos la capacidad de elegir por nosotros mismos, saber quiénes somos o lo que queremos o no en la vida, es más sencillo elegir con lo que nos sentimos identificados, ya que de algún modo tenemos formada nuestra personalidad y descartada la idea del rol que se nos quiere vender, puesto que al final todo esto no deja de ser un producto. Pero cuando somos niños la cosa es muy distinta.
A pesar de haber luchado de forma incansable por eliminar estos roles diferenciales entre hombres y mujeres en nuestro día a día, y esto también incluye a la publicidad, seguimos percibiendo una enorme brecha que quizá, a priori, no nos parece tan extraña porque, ciertamente, nos lo venden así, es su trabajo y nadie lo hace mejor que ellos.
Pero lo más sorprendente de todo es que esta diferencia es mucho mayor en anuncios para los más pequeños. Comienza la campaña navideña y lo único que vemos en televisión y en revistas infantiles son niñas disfrazadas de princesitas jugando con muñecas perfectas en un mundo rosa que, al parecer, solo quieren ser maestras o mamás. Y esos niños que no pueden acceder a ese mundo perfecto porque tienen que ser, lo que ellos consideran, super masculinos jugando con coches de carreras o al fútbol, porque eso es lo que tienen que hacer los chicos.
Lo cierto es que, dentro de todo este mundo infantil tan estereotipado, en algunas empresas de juguetes ya se apuesta por la igualdad para nuestros pequeños y van en contra de todo lo que está supuestamente establecido. La cadena de jugueterías ‘Toy Planet’ ya incluye en su catálogo navideño estos cambios de los que venimos hablando, así, en este mundo publicitario actual los chicos pueden jugar a las muñecas y cocinitas, las chicas pueden ser carpinteras y ponerse el mono de bricolaje y las personas con síndrome de Down no son obviados como si no pudieran participar en todo esto, sino que se integran como uno más a ese fantástico mundo en el que todo se puede y al que llamamos infancia.
Sabemos que cambiar la mentalidad de una sociedad no es tarea fácil, aun así, debemos pensar y ser conscientes de que cada persona siempre tiene algo que aportar desde el ámbito en el que se desarrolla y tiene experiencia. Cada vez más se está dando consciencia de la importancia que esto conlleva para conseguir una sociedad en la que hombres y mujeres seamos vistos en igualdad. Para ello, hay que plantar la semilla desde abajo, desde que nacemos. La educación es un arma fundamental para erradicar las diferencias sociales que existen en nuestro día a día y todos participamos de ella, por eso, no miremos hacia otro lado y trabajemos para que, en un futuro, las nuevas generaciones sean vistas como personas libres e iguales y no como hombres o mujeres.