La trampa de la nostalgia

El pasado siempre parece más brillante de lo que fue en su momento. Continuamente pensamos en situaciones que nos hicieron felices, algunas en las que nos encantaría volver a estar, sin dudarlo. Pero, como digo, las cosas tienden a engrandecerse con el paso del tiempo.
Hace ya un tiempo que es palpable el estado actual de reciclaje de Hollywood. Estamos en una época de remakes, reboots, secuelas y precuelas constante. Disney decidió subirse a este carro con los live-action de sus clásicos de animación. La filosofía de trabajo es simple: pasar por el filtro de imagen realista, con actores de carne y hueso, sus proyectos más emblemáticos.
La publicidad se hace sola con el boca-oreja, el nombre de un film emblemático atraerá las miradas y es seguro que va a reventar la taquilla. Por si fuera poco, está el factor nostalgia, que nos impulsará a ir a lo conocido. Fácil y sencillo, a la vez contraproducente. Se limitan a la repetición, sin explorar nuevos horizontes y posibilidades. Y, ¿esto es necesario?
La mayoría de las películas readaptadas no tienen ni 30 años y se mantienen bien a día de hoy. No estoy en contra de los remakes y similares. Hay pruebas de que pueden salir bien. Pero creo que la productora se está centrando en obras que no necesitan revisión. Mirad, por ejemplo, Peter Pan (1953). Si ese largometraje animado se estrenara hoy, haría que más de una persona se llevara las manos a la cabeza. Podrían intentar eso, ajustar historias algo más pasadas a los estándares actuales.
No es solo un problema de Disney. Hace un par de años, llegó a los cines Ghost in the Shell: El alma de la máquina (2017), un live-action de una película de animación japonesa: Ghost in the Shell (1995). Mientras que la original es un relato de ciencia ficción con una protagonista que se cuestiona continuamente su propia existencia, el remake desecha todo esto para tornarse en una historia de acción del montón con una mentalidad tecnófoba y que rebosa de un esteticismo vacío. Demasiado convencional.
Sé que esto parece la típica queja de un fan que rabia cuando en la adaptación de una novela cambian algo del libro. Nada más lejos de la realidad. Demuestra una tendencia negativa a hacer algo lo más sencillo posible, como si se tuviera miedo de que el público pensara y/o reflexionara sobre lo que le están contando. Vale, intenta algo diferente a la base y es lo que debería perseguirse, pero no pone nada nuevo sobre la mesa. La original aguanta perfectamente en la actualidad y no necesitaba para nada esto. La calidad, de la nueva homónima, es inferior.
Por otra parte, cuando vi por primera vez Star Wars Episodio VII: El despertar de la Fuerza (2015), sentí cierto rechazo al ver que el personaje de Kylo Ren no era poderoso e intimidante. Hace poco revisioné la cinta y mi perspectiva ha cambiado. Veo como J.J. Abrams, su director y guionista, se mofó en nuestra cara porque nos dio algo imprevisto, vendiéndolo como familiar. Es decir, queríamos más de lo mismo, otro Darth Vader, y Abrams nos ofreció algo distinto. Un giro excelente y que, ahora, aprecio.
Volviendo a Disney, no he visto su producción más reciente, El Rey León (2019), pero viendo los trailers queda claro que no saben lo que tienen entre manos. Ya que copian planos, situaciones y demás, la dirección manda a paseo ciertos elementos simbólicos de la original. ¿Por qué no aprovechar y hacer algo inesperado? Por poner un ejemplo, en la original se establece como Scar quedó en segundo plano a causa de la fuerza de su hermano Mufasa. ¿Y si lo viéramos todo desde la perspectiva de Scar? Alguien que fue repudiado y desplazado. Habría sido un concepto interesante de observar. Pero no, es más sencillo ir a lo simple y seguro. Hay que saber aportar, experimentar, y no limitarse a lo ya conocido.
Algo más peligroso que consiguen estos proyectos: quitar toda la personalidad del autor. Hasta que estuve dentro de la sala, no supe que Aladdin (2019) estaba dirigida por Guy Ritchie. Si no fuera porque su nombre aparece en los créditos iniciales, no lo habría percibido. Apenas se aprecia el estilo característico de Ritchie en toda la cinta, por no decir nada. Mismo paradigma, repetición con una o dos pinceladas que no aportan nada. Remover el pasado porque sí. ¿Qué gracia tiene volver a ver lo mismo?
Pero se puede hacer bien. T2: Trainspotting (2017), pasó de lo más desapercibida. Es secuela de Trainspotting (1996), película de culto. En dicha secuela, se explora el pasado de los personajes, lo que les ocurrió en la primera entrega. Sin embargo, no es algo gratuito, cuya única finalidad sea sacar una sonrisa al fan nostálgico. Tienen un motivo para la trama, afectan a los personajes. Son los catalizadores de la trama. Renton (Ewan McGregor) se convierte en un turista de su juventud. Se da cuenta de todos sus errores y, para su desgracia, de que no puede cambiar nada de lo acontecido. Se ha hecho mayor y le toca vivir con ello.
Aquí es a donde quiero llegar. Ya que remueves el pasado, haz algo novedoso. Siendo sincero, el único live-action de Disney por el que tengo verdadero interés es Mulan (2020), el cual va a sustraer tantos elementos de la original, que parece el único que va a intentar hacer algo nuevo o, por lo menos, diferente.
Mi yo más optimista espera a que esta fiebre pase. Antes o después, creo que una parte del público se plantará y exigirá historias nuevas. Además, dentro de diez años cuando echemos la vista atrás, seguiremos recordando los clásicos animados y, seguramente, nos habremos olvidado de estos live-action. Si un medio, en este caso el cine, quiere avanzar, no puede estancarse.